viernes, 20 de noviembre de 2009

USTED, SEÑOR VISITANTE


-Usted, señor, se ve que no es de aquí y no sabe muchas cosas. Quizás usted no sea un visitante permanente, quizás sea un visitante de paso o visitante furtivo, o posiblemente sea un visitante casual o un curioso clínico que quiere auscultar los misterios de este pueblo; pero si es de estos últimos, permítame decirle que antes de usted han venido otros muchos. Antes del 28 de junio, muchos vinieron y plantaron aquí su laboratorio, hicieron sus experimentos y sus ensayos: aquí se ensayó a ser indiferente ante el dolor de otro hermano, se hicieron las maquetas para invadir a los vecinos, se inventaron guerras, se almacenaron armas, se gestaron muertes y fuimos corredor y traspatio, fuimos un tanto orejas, un tanto cómplices, un tanto traidores y un tanto serviles. Pero déjeme decirle que no fuimos todos: fueron algunos pocos; otros pecamos por indiferentes, la mayoría estábamos dormidos y los que se opusieron, no fueron los suficientes.

¿Pero sabe qué, señor visitante? Ya despertamos: de poco acá, ese tipo de ensayos ya no funcionan. ¿Por qué? Porque no queremos ser el objeto del experimento, y déjeme decirle que no es porque nos maree el sur, ni porque la isla nos sonría. Es que queremos construir nuestro propio destino, es que buscamos la patria mojada, itinerante, vendida en la trata de patrias, prisionera de imperios, herida, golpeada y violada. Es que, como hijos, sufrimos la ausencia de patria, porque hemos vivido huérfanos de ella y queremos volverla a su casa, a su libertad, abrirle la puerta y decirle “entra, madre, caliéntate con el aliento de todos tus hijos, déjanos abrazarte y así esperar, cada día, la esperanza”. Como verá, ese es el motivo porque queremos repatriar la patria despatriada.

Le contaré que por eso nuestras calles y avenidas están llenas de pasos, pasos lejanos, pasos con alas, pasos silenciosos, pasos que hacen caminos, caminos que hacen ríos, y ríos que hacen libertad. Hemos descubierto que el país de mi hermano es mi mismo país, por lo tanto no hemos hecho fronteras.

También escuchará voces, muchas voces con palabras que huelen a nardos, que tienen alas y vuelan. Verá puños en alto, puños con el vigor de romper cadenas; marchas largas, verticales, horizontales, marchas de hombres y mujeres, de niños y niñas, de abuelos y abuelas; marchas, marchas tan grandes que resplandecen los caminos.

Yo no sé qué intención trae usted; si de Caín o de Abel, pero quiero aclararle que ya no somos los mismos, hoy miramos con otros ojos. Sepa que desde un amanecer de junio hemos empezado a refundar al país. Sabe, hoy hemos descubierto que mi mano más la mano de mis hermanos hacemos muchas manos y todas esas manos son capaces de hacer un país más humano. Ay, señor visitante, no piense que somos malos o muy desconfiados, es que hemos tenido que luchar con bárbaros como Atilas, con piratas, con corsarios, con filibusteros y con mercenarios venidos de otras tierras. Pero piense: sólo estamos defendiendo nuestra patria


Escrito por Debora Ramos Ventura

(Tomado de la Red de FIAN Honduras)