martes, 24 de noviembre de 2009

Carta pública

El perdón

Xiomara Hortensia Zelaya (Pichu)

Carta pública en relación a los agravios sufridos después del Golpe de Estado en Honduras.

Después del golpe de estado la situación en Honduras se ha vuelto un desafío para todos, especialmente para nosotros la familia del presidente Zelaya. He conocido muy de cerca la realidad en la que vivimos, ver la mentira circular por los medios en Honduras, caerse las mascaras de símbolos falsos que tiene ésta sociedad y entrar en el sensible corazón humano.

Presencié el secuestro de mi padre y el destierro forzoso a Costa Rica del presidente con el asalto militar a nuestra casa en la madrugada del 28 de junio. A lo largo de estos meses hemos sido víctimas de la persecución y represión del régimen impuesto por las armas. El dolor trasciende al saber que estas acciones se extienden a lo largo del territorio contra hombres y mujeres, jóvenes, niños y niñas que se expresan pacíficamente contra el golpe de estado, luchan por su libertad y manifiestan su descontento contra el irrespeto al pueblo.

Mi familia ha sobrepasado los limites de la unidad tradicional de una familia convencional al enfrentar unidos los buenos y malos tiempos. Hoy los ataques los convertimos en símbolo de fortaleza espiritual, y momentos de alegría como el nacimiento de mi sobrino Juan Manuel, nuevo miembro de la familia, que vino al mundo mientras mi padre y madre luchan por el pueblo reprimidos en la sede de Brasil.

A través de mi padre conocí a quien fue maestro en su adolescencia y guía espiritual de los principios cristianos que después llevo a nuestro hogar. El “Monseñor” Oscar Andrés Rodríguez ahora cardenal, de quien a lo largo de todos estos años escuche en mi casa elogios y defensas, jamás una mala expresión, por el contrario, mi padre nos ha demostrado su respeto con acciones como invitarle a estar a su lado en la toma de posesión en el estadio nacional y la condecoración con la orden de Morazán.

Guardo conmigo las declaraciones y entrevistas del cardenal expresándose en varias ocasiones sobre la vocación de servir de su ex alumno salesiano y la inquietud que identificó en él por la palabra de Dios.

Hoy con esta tragedia que estamos viviendo, nuestro guía religioso nos ataca olvidándose de nuestros derechos y los del pueblo e ignorando los crímenes de lesa humanidad contra los hondureños y nuestra familia. El cardenal Oscar Andrés Rodríguez nos ha demostrado con su silencio, que no le remuerde la conciencia saber que con su apoyo al golpe de estado ha fortalecido las acciones contra el pueblo. No se puede guardar silencio ante las tantas torturas, asesinatos, y la cruel represión a la que millares de seres humanos indefensos estamos sometidos por las constantes y comprobadas violaciones a los derechos humanos.

La imagen que hoy proyecta un guia espiritual cristiano defendiendo a los poderosos, a los militares y sus cómplices (que violentamente rompieron el orden democratico) no es lo que esperábamos. Ésta es gente que cada día se despierta implorando a Dios para mantener sus privilegios y se vanagloria de la desgracia del pueblo en su opulencia.

El Vaticano y el Santo Padre Benedicto XVI, lamentó la situación con el golpe de estado, contrario aquí se arreciaron los ataques del cardenal contra un presidente que creó programas y proyectos para los pobres que llevaron a la reducción de la pobreza extrema, mejoró la calidad de vida de los obreros, y además, ha promovido los principios cristianos apoyando la iglesia. No abona a la imagen que guardaba de él la crueldad con la que ha tratado nuestra familia. Ninguna vocación por la verdad, ninguna condena al golpe de estado, ni al ataque y asalto a mi casa con más de 200 militares con cientos de ráfagas de disparos, y la violación a los derechos del ciudadano presidente y del pueblo hondureño. Con indiferencia, ha ignorado la condena de todos los países y la condena del pueblo en Resistencia contra el golpe de estado en Honduras.

Cuando los religiosos participan en defensa de los grupos de poder y no defienden al pueblo regresamos a la época mas oscura del cristianismo. El poder de la religión sobre el Estado es dañino cuando avala la represión, la historia así lo ha registrado. Hoy, Honduras no es la excepción cuando los que usurparon el poder pretenden adueñarse de Dios símbolo de pureza y de la cruz para defender la mentira, a los militares y avalar las más sangrientas acciones contra el pueblo. Volver a llenar los templos de fariseos y mercaderes contradiciendo las enseñanzas de Cristo no es lo mejor.Yo le pido a su eminencia, en esta ocasión, que no encubra este golpe de estado porque se hace cómplice con ello de sus crímenes, no manche su investidura ignorando la represión que con ello nos devuelve a esa época que creímos superada.

Tengo 24 años, seguramente no es la edad suficiente para conocer de la vida, y ser dueña de la verdad, tal vez no tengo el suficiente estudio o trayectoria dentro de esta materia (religiosa o política) que me permita hablar de ello con propiedad, pero estoy consciente que tengo la suficiente razón para opinar sobre el actuar y pensar de nuestro pueblo y defender mis valores, mis compromisos, y reclamar el respeto a los derechos humanos. Decidí hacer esta nota al ver los rostros llenos de dolor y lágrimas de mis hermanos, mis abuelas y mi madre provocados por sus injustos ataques que hoy me recuerdan a los sumos sacerdotes que condenaron a Cristo siendo inocente.

La “Moral” no está en las paredes de los templos, no está en el rosario que se posa en el pecho, ni en la representación o posición que se ostente. La Moral está en aquél que tiene el corazón sensible para defender a la humanidad contra el abuso ancestral de los poderosos que provoca hambre y miseria. Se encuentra en el amor por la justicia, amor a los pobres y a los que sufren. Hombres con "moral" es lo que necesita Honduras.

He aprendido a perdonar, bendecir y amar a quienes me hacen daño, maldicen y juzgan. Sin duda esa es la lección más difícil que me ha tocado enfrentar. Al compartir con mi papá este sentimiento me dijo ¨Pichu, perdonalo, está mal informado¨. Así es mi padre, tengo el ejemplo de un hombre que se le ha juzgado más de siete veces y mil veces siete ha perdonado. Ha puesto sus dos mejillas con cada bofetada y aún así en los momentos más difíciles me ha dicho “El hombre es hecho a imagen y semejanza de Dios, es tan hermoso el ser humano que es capaz de arrepentirse y perdonar siempre”.

Yo perdono sus ofensas cardenal, considero que usted nos falló, mi familia ya lo ha perdonado por las acusaciones sin fundamento hechas a mi padre. Seguimos fielmente las enseñanzas y prédica de Jesús, el Cristo que cambió la ley del talión por el perdón.


Noviembre 24, 2009

viernes, 20 de noviembre de 2009

USTED, SEÑOR VISITANTE

USTED, SEÑOR VISITANTE
Yo no sé qué intención trae usted; si de Caín o de Abel, pero quiero aclararle que ya no somos los mismos, hoy miramos con otros ojos. Sepa que desde un amanecer de junio hemos empezado a refundar al país. Sabe, hoy hemos descubierto que mi mano más la mano de mis hermanos hacemos muchas manos y todas esas manos son capaces de hacer un país más humano

USTED, SEÑOR VISITANTE


-Usted, señor, se ve que no es de aquí y no sabe muchas cosas. Quizás usted no sea un visitante permanente, quizás sea un visitante de paso o visitante furtivo, o posiblemente sea un visitante casual o un curioso clínico que quiere auscultar los misterios de este pueblo; pero si es de estos últimos, permítame decirle que antes de usted han venido otros muchos. Antes del 28 de junio, muchos vinieron y plantaron aquí su laboratorio, hicieron sus experimentos y sus ensayos: aquí se ensayó a ser indiferente ante el dolor de otro hermano, se hicieron las maquetas para invadir a los vecinos, se inventaron guerras, se almacenaron armas, se gestaron muertes y fuimos corredor y traspatio, fuimos un tanto orejas, un tanto cómplices, un tanto traidores y un tanto serviles. Pero déjeme decirle que no fuimos todos: fueron algunos pocos; otros pecamos por indiferentes, la mayoría estábamos dormidos y los que se opusieron, no fueron los suficientes.

¿Pero sabe qué, señor visitante? Ya despertamos: de poco acá, ese tipo de ensayos ya no funcionan. ¿Por qué? Porque no queremos ser el objeto del experimento, y déjeme decirle que no es porque nos maree el sur, ni porque la isla nos sonría. Es que queremos construir nuestro propio destino, es que buscamos la patria mojada, itinerante, vendida en la trata de patrias, prisionera de imperios, herida, golpeada y violada. Es que, como hijos, sufrimos la ausencia de patria, porque hemos vivido huérfanos de ella y queremos volverla a su casa, a su libertad, abrirle la puerta y decirle “entra, madre, caliéntate con el aliento de todos tus hijos, déjanos abrazarte y así esperar, cada día, la esperanza”. Como verá, ese es el motivo porque queremos repatriar la patria despatriada.

Le contaré que por eso nuestras calles y avenidas están llenas de pasos, pasos lejanos, pasos con alas, pasos silenciosos, pasos que hacen caminos, caminos que hacen ríos, y ríos que hacen libertad. Hemos descubierto que el país de mi hermano es mi mismo país, por lo tanto no hemos hecho fronteras.

También escuchará voces, muchas voces con palabras que huelen a nardos, que tienen alas y vuelan. Verá puños en alto, puños con el vigor de romper cadenas; marchas largas, verticales, horizontales, marchas de hombres y mujeres, de niños y niñas, de abuelos y abuelas; marchas, marchas tan grandes que resplandecen los caminos.

Yo no sé qué intención trae usted; si de Caín o de Abel, pero quiero aclararle que ya no somos los mismos, hoy miramos con otros ojos. Sepa que desde un amanecer de junio hemos empezado a refundar al país. Sabe, hoy hemos descubierto que mi mano más la mano de mis hermanos hacemos muchas manos y todas esas manos son capaces de hacer un país más humano. Ay, señor visitante, no piense que somos malos o muy desconfiados, es que hemos tenido que luchar con bárbaros como Atilas, con piratas, con corsarios, con filibusteros y con mercenarios venidos de otras tierras. Pero piense: sólo estamos defendiendo nuestra patria


Escrito por Debora Ramos Ventura

(Tomado de la Red de FIAN Honduras)


martes, 17 de noviembre de 2009

COSAS QUE PARECEN LLEVARSE EN LA SANGRE


Queridos Compatriotas:

Hoy mi deber me llama a estar con el corazón junto a mi incansable pueblo, que calza las sandalias del peregrino para conquistar su libertad. En la distancia, debo llevar sosiego al adolorido corazón de quienes sufren el asesinato de nuestros maestros, de nuestros campesinos y de quienes han dado nuevamente su sangre por la dignidad de todos y del porvenir. Debo lograr nuevas y buenas noticias de solidaridad para nuestro pueblo en Resistencia, para nuestro Presidente, para Xiomara y para quienes les acompañan, soportando encierro, aislamiento y tortura. Debo animar convicciones y esperanzas, y todo ello tiene que ser posible.

Los pueblos y gobiernos del mundo siguen de nuestro lado, y los golpistas, opresores y asesinos siguen cada vez más aislados. Nuevas voces se suman a la condena y siguen en estado de alerta cada acontecimiento en nuestra tierra. Presidentes, Cancilleres, líderes sociales, científicos, obreros, campesinos, todos y todas presionan para que se restituya a nuestro Presidente, para que cese la violencia y la represión, para que se restablezcan los medios de comunicación desmantelados por la dictadura, para que se suspenda el estado de sitio y le devuelvan a nuestro pueblo la plenitud de sus derechos constitucionales, y a nuestro Presidente el legítimo derecho a reunirse y dialogar con quienes le elegimos democráticamente en las urnas para conducir los destinos de la Nación.

El aislamiento del régimen es total, el desprecio por la aberrante opresión es evidente y la presión internacional es creciente. Y aunque nunca será suficiente hasta alcanzar la victoria total, las mafias han quedado al descubierto y los pueblos del mundo nos acompañan. No libran nuestras batallas, pero marchan a nuestro lado.

Cada victoria va siendo contabilizada, y cada día un nuevo manifiesto internacional advierte a la dictadura y a quienes le dan vida, que un mundo los vigila, que cada error y cada infamia no quedará en impunidad y la factura será puntualmente cobrada. Cada día el respeto por nuestro Incansable y heroico Pueblo, y por nuestro Presidente, es mayor.

El saldo de esta batalla no será de impunidad y olvido como lo fue el asesinato de nuestro Libertador y Unionista, General Francisco Morazán. Esta batalla por la libertad y por una nueva sociedad justa y generosa que a pulso limpio vamos construyendo en la conciencia de nuestro pueblo, no será de victoria para los traidores de la Patria, como lo fue aquel cruento golpe de estado del 3 de octubre de 1963, donde las cúpulas militares estrenaron su triste vocación de cobardes, vocación de cobardes incapaces de luchar contra quienes mancillan a la Patria y oprimen a nuestro pueblo, vocación de cobardes entrenados para reprimir y asesinar compatriotas desarmados.

Aquel mismo día del 3 de octubre de 1963, las cúpulas políticas y empresariales estrenaban su despreciable vocación de traidores, vocación que heredaron a sus hijos e hijas, que exhiben hoy desverguenza de sus tristemente célebres progenitores.

El Presidente Villeda Morales, en extraña orden mandó a desarmar a la Guardia Civil, leal al gobierno constitucional. Una llamada de emergencia del Presidente reunió en la Presidencial a funcionarios, diputados y magistrados. Poco tiempo después el Golpe de Estado se produjo y el Presidente llamó a la calma y a la tranquilidad.

Dos años después ese mismo Presidente aceptó ser Embajador de los militares ante las Naciones Unidas. Oscar Flores vistió de fatiga para cubrir con su pluma de cronista la sanguinaria maniobra. Algunos ministros y embajadores del gobierno de Villeda Morales, aceptaron ser funcionarios del gobierno militar, ejemplo que con disciplina siguieron sus hijos e hijas 46 años después. Hay cosas que parecieran llevarse en la sangre.

Mi Padre, Modesto Rodas Alvarado, fue hecho priosionero y amarrado de la lengua a los pies, lo llevaron a la Fuerza Aérea en donde fue recluido hasta que el gobierno de Costa Rica aceptó recibirlo en calidad de "huésped" del Presidente de aquel país. Cualquier parecido, será solo una casualidad ?.

Inmediatamente aquel gobierno espurio fue reconocido por la comunidad internacional que, en medio de la guerra fria, lo consideró inevitable y hasta necesario para "detener la invasión comunista sobre la región".

Hoy que debo gestar nuevas y buenas noticias para mi Pueblo y para mi Presidente, vienen a mi recuerdos que me han de servir para recordar la historia sangrada y victoriosa de Honduras. En brazos, cuando apenas me habían empezado a salir mis primeros dientes de leche, fui conducida en calidad de "familiar" de quien se consideraba un "peligro" para la paz y la tranquilidad que los militares imponían a sangre y fuego. Así empecé a conocer la violencia y la perversidad de los cobardes, vendepatrias y vendemadres.

De inmediato se propuso Don Modesto a encontrar la forma de regresar y reorganizar nuevamente el Partido para continuar la lucha y ahondar las reformas del gobierno liberal (dicho sea de paso, doctrina lejana al neoliberalismo) , reformas que el "nuevo orden" establecido, consideraban altamente subversivas. Logró volver e intentó convencer a las cúpulas del Partido que no debía legitimarse el golpe de estado a través de la constituyente que convertiría al dictador en presidente constitucional. Inútil faena, la constituyente golpista legalizó a los militares, y Rodas Alvarado había quedado por enésima vez
hablando solo y aislado.

Cazó las sandalias del peregrino y comenzó nuevamente a fraguar la lucha. Recorrió cada rincón de Patria y así la conoció desde sus angustias y esperanzas. Pero antes de la victoria por 40 años cultivada, algo se le pasó por alto al destino y, después de escuchar el último parte de la lucha contra Somoza, su cansado corazón dejó de latir.

Y dejó de latir mil veces porque, aún después de muerto, la traición de quienes usaron su nombre y su retrato para engañar y mentir al mismo pueblo que lo llevó en brazos hasta su tumba, lo siguió como perversa sombra. Militares y oportunistas, banqueros, industriales nacidos de Conadi y dueños de medios de comunicación instalaron gobiernos y enarbolaron banderas en su nombre. Asesinaron, apresaron y desaparecieron a nuestros jóvenes y dirigentes populares. Nos persiguieron por querer un país digno, libre, independiente, soberano y sin pobreza. Nos quitaron la Patria prometida. Perdí compañeras y compañeros entrañables y dignos de un mejor destino. Al igual que a mi Padre, les visito en el Panteón pero no puedo enterrarlos ni desterrarlos de mi corazón.

Aquella nefasta mañana del 28 de junio, la Pichu me llamó angustiada para anunciarme desde su improvisado escondite debajo de una cama, la terrible noticia de que los militares se habían llevado por la fuerza a nuestro Presidente. Me parecía increible que una horas antes, le había informado sobre los detalles de lo que podría ser el golpe de estado. No le dimos importancia porque no nos cabía en la cabeza semejante infamia. Sin embargo, la información era correcta en cada detalle, menos en uno: la hora que se nos informó que ocurriría era inexacta pues hubo una diferencia de algunos minutos. Tampoco se nos había dicho que acudiría un batallón de hombres armados hasta los dientes, a secuestrar a un solo hombre casi desprotegido y cuya única arma era un teléfono celular.

Eso si, un Presidente armado de pueblo, convicción y firmeza hasta la médula.

La voz de la Pichu me sonó a mi misma; la angustia por el paradero de cada miembro de la familia del Presidente me recordó la angustia de mi Madre tratando de reunir a sus hijos e hijas dispersas sin poder lograrlo hasta semanas después; y el secuestro violento de mi Presidente me trajo al corazón la voz de mi Papá cuando nos advirtió a toda la familia, que a la lucha le faltaban muchos sacrificios y angustias, y convencido de que no había arado en el mar, ninguno de sus hijos ni descendientes serían traidores jamás. Misión cumplida. Hay cosas que parecieran llevarse en la sangre.

Hoy, 46 años después de aquel golpe de estado, y a 30 años de su partida, agradezco su intransigencia de no haber cedido ni un ápice frente a la dictadura militar, jamás negoció ni nos permitió contacto alguno, ni con militares, ni con traidores ni con golpistas. Así que no me quedó más camino que arreglármelas con revolucionarios, subversivos y patriotas, y así me salvé de castigos y regaños. Así también encontré a Mel en mi camino.

También agradezco su ejemplo austero y la fuerza con que defendió sus convicciones a lo largo de 40 años de resistencia, hasta morir sin haber podido ver cristalizado sus sueños de ver caer la dictadura militar en nuestra Patria y la dictadura somocista en Nicaragua.

Su corazón apasionado dejó de latir, pero aún inerte pudo cobijarme del frío, la incertidumbre, el aislamiento y el temor, durante las angustiantes horas de sitio militar alrededor de mi casa que, el 28 de junio y desde la madrugada habían llegado para no dejarme salir y reunirme con nuestro Pueblo en la Plaza Libertad. Durante la violenta captura en la que militares vestidos de fatiga y hombres encapuchados me sacaron a empeñones de mi casa golpeando y maltratando a los hermanos Embajadores de Cuba, Venezuela y Nicaragua que habían acudido en mi auxilio.

Durante las interminables horas en que fui secuestrada, llevada en calidad de rehén y custodiada por hombres sin rostro pero bien armados, aislada e incomunicada, sin saber de la suerte de mi hijo, de mi familia, de mi Presidente, de la Primera Dama, de la pichu ni de nadie, pensé entonces en las casualidades del destino pues, en ese mismo lugar en la Fuerza Aérea, estuvo preso mi Padre en 1963. Claro que aquellos tendrían otros nombres, pero mi carcelero se llama Prince, o Billy Joya, o Alvarez Martínez, o como sea que sea. No se el nombre de quien mantuvo en cautiverio a mi Papá.

En la improvisada celda estuvo la voz combativa de mi Madre alentándonos siempre a no retroceder, y la voz eterna de Don Modesto, tibia y serena, recordándome que nunca la noche es más oscura, que cuando está a punto de salir el sol. Aún la noche es oscura, pero ya saldrá el sol. Hoy sigue ahí su voz, exigiéndome paciencia y firmeza que es el alimento que nutre nuestras convicciones.

Hay dolor y esperanza, y mucho por hacer donde sea que estemos. Pero hoy debo comenzar la madrugada rindiendo homenaje a quienes lucharon siempre sin claudicar, a quienes cayeron desarmados bajo las balas asesinas de los golpistas del 63. Debo comenzar el día rindiendo homenaje a mis compatriotas que han sido asesinados, apresados y expatriados durante esta larga jornada, y a mi Padre, quien me advirtió este día con la fe puesta en que siempre mi Pueblo encontrará el camino que lo conduzca a la Victoria.

Hoy comienzo el día, consciente que en cada esfuerzo se juega la libertad de mi gente y de mi Presidente. Se juega el porvenir de mi Patria, que no tendrá pobres ni desamparados, y no existirá la desigualdad ni la opresión. Seremos Libres y tendremos definitivamente Dignidad. Todo será posible, gracias a mi Incansable Pueblo Caminante, a mi valiente Presidente con cuya firmeza vamos alimentando esperanza, y a la fuerza de nuestra convicción en que un mundo mejor es posible, TODO ES PONERSE A CAMINAR.

Patricia Isabel Rodas Baca
4 d octubre de 2009, 4 am

¿Usted quiere que yo le dé mi Voto?


Usted quiere que yo le dé mi voto, mi voto que es mi palabra, mi voto que es mi opinión, mi voto que es mi derecho ciudadano, mi voto que es la esencia de mi dignidad, mi voto que hará que usted hable por mí, mi voto que construye la democracia, mi voto que es libertad. ¿Usted se da cuenta del valor que tiene mi voto? ¿Usted sabe lo que me está pidiendo? Me está pidiendo que ponga en sus manos mi vida y la de todos mis hermanos, porque eso vale mi voto.

Me dice muchas cosas y entre esas muchas no me dice nada. Usted dice que quiere hacer algo por mí, pero usted no puede hacer nada por mí, porque no me ama, porque para amarme tiene que ser mi hermano, mi amigo o mi padre o mi madre y usted no es ni mi hermano, ni mi amigo, ni mi padre, ni mi madre; porque con mi hermano, mi amigo y mi padre y mi madre comparto el pan de cada día, la alegría, las penas, la palabra que llena el espíritu, los surcos, la siembra y los sueños de una mejor cosecha y de un mejor mañana.

Usted quiere que yo le dé mi voto, pero usted y yo no compartimos nada. Usted es un extraño. Nunca nos hemos dormido mirando las mismas estrellas, ni hemos rezado las mismas plegarias… Usted tiene un Dios que con dinero le disculpa sus faltas, yo tengo un Dios que comparte el dolor, la alegría y la esperanza: es ese Dios que nos dio a su hijo proletario y que nace y resucita en albor y en ocaso.

¿Cómo quiere que yo le dé mi voto? Si yo he caminado en esas calles en mis luchas con mi puño en alto y no he visto su mano. Yo he caído y no ha sido su mano la que está presta a levantarme. He estado con sed y mi sed no la ha calmado su agua; he estado enfermo y su presencia no estuvo frente a mi cama. Usted ha servido sus banquetes y yo nunca he sido invitado. ¿Se da cuenta? Para mí, usted es un extraño.

A usted que me pide el voto, le quiero preguntar: ¿Dónde estaba cuando mis hermanos fueron vilmente asesinados, cuando a mi hermana la violaron mientras caminaba a defender la patria; cuando hombres, mujeres y niños y niñas, ancianos y ancianas fueron encarcelados, cuando la juventud fue tragada por una bala? ¿Dónde estaba cuando mi país era una lágrima?

¿Cómo quiere que yo le dé mi voto? Si por años los suyos han exprimido el aliento de mis hermanos a pausas, matándolos por hambre con sueldos miserables. Usted, señor azul, verde, amarillo o rojo, quizás arco iris transformado; usted, señor, no sabe lo que es compartir el pan de cada día, porque usted sabe de capital y poder, pero no de hermandad solidaria.

Usted, señor que ha pedido mi voto, créame que su traje de camaleón hoy se lo conozco. Y como usted no es mi madre, ni mi padre, ni mi hermano, ni mi amigo y como sé que usted por mí no puede hacer nada, porque es un completo extraño, le respondo que no puedo darle mi voto, porque sería traicionar a mi patria.

Escrito por: Débora Ramos Ventura
(tomado de la red FIAN)